En el corazón de Lima, bajo la sombra de la imponente Catedral, se congregó un mar de gente, alzando sus voces en un coro de cánticos fervientes. Unidos por una causa singular, una convicción que trascendía el bullicio de la ciudad y llegaba hasta los mismísimos pasillos del Congreso peruano, la multitud vitoreó el derecho a la vida de los no nacidos y a quien se convirtió en símbolo de la lucha por protegerla: Milagros Aguayo.
Una figura que ha inspirado tanto reverencia como controversia, Aguayo se presenta como alguien que se mantiene firme frente a la corriente de la modernidad. Fue ella quien impulsó una ley que, según ella, salvaguardar la santidad de la vida desde su creación.
A finales de marzo del año pasado, la ley que protege la vida del nonato desde su concepción fue aprobada por una abrumadora mayoría de 72 votos a favor y 26 en contra en el Congreso peruano , lo que representa un logro importante del movimiento provida en el país.
Sin embargo, si bien el amplio margen a favor de la ley indicó un apoyo sustancial dentro del cuerpo legislativo, la opinión pública ha sido diversa y compleja, revelando que no necesariamente coincide con las convicciones de todos los peruanos. De hecho, la aprobación de la ley ha generado debates y discusiones entre la ciudadanía que continúan hasta el día de hoy, reflejando la diversidad de opiniones sobre los derechos del nonato.
“A través de este proyecto de ley he buscado establecer de manera directa, específica e inequívoca que el niño concebido tiene derechos como el derecho a la vida, a la salud, a la integridad, a la identidad y a otros derechos que lo favorecen”, argumentó Aguayo en ese momento.
Por: Javier Bolaños