Carlos, arrestado a los 19 años en Alaska y sentenciado a 50 años por crímenes de violencia y drogas, encontró a Jesús en prisión, lo que transformó su vida y la de más de 500 compañeros. Usó su historia como herramienta para compartir el evangelio y dar esperanza en medio del encierro.
Durante más de 30 años, Carlos lideró ministerios en varias cárceles, incluyendo Goose Creek, Carolina del Sur, donde muchos hombres aceptaron a Cristo gracias a su testimonio. “Sin Él no podemos hacer esto, porque con Él todo es posible”, declaró en un video del ministerio God Behind Bars.
Tras 33 años, Carlos fue liberado y vivió el emocionante reencuentro con su hija, quien tenía un año cuando fue encarcelado, y conoció a su nieta por primera vez.
El ministerio God Behind Bars, que trabaja desde 2009, busca transformar la vida de reclusos y sus familias con un enfoque espiritual y emocional. Actualmente, están recaudando fondos para abrir 10 nuevas iglesias en prisiones, llevar su app cristiana a 100,000 reclusos y fortalecer la reconexión familiar. Este trabajo no solo devuelve la esperanza, sino que rompe el ciclo de reincidencia que afecta al 75% de los liberados.
Carlos es un ejemplo de que con fe, incluso las cadenas más pesadas pueden ser rotas.